Cómo simplificar la mente y llevarla a la polarización extrema a base de mojitos
Ante el bombardeo incesante de información sobre los múltiples temas que nos preocupan, desde la política española hasta el cambio climático, pasando por la bofetada de Will Smith o los tejemanejes de Pique y Rubiales, nuestros apabullados cerebros homínidos parecen haber encontrado refugio en los extremismos y la polarización.
El decantarse por una opción extrema minimiza la necesidad de análisis y simplifica tu discurso, todo un relax para tu cerebro.
Que si izquierda buena y derecha mala (o viceversa), que si el fin del mundo ha llegado o negar el cambio climático, que si Will Smith es machista o ha tenido una reacción legítima en defensa de su familia…, mojito y tumbona para nuestras neuronas.
Viene a ser como en el fútbol, si eres del Real Madrid, el encontronazo entre delantero y defensa en el área del Barca siempre es penalti, y cuando es en el área de los blancos, el delantero blaugrana se tiró a la piscina. No hay que ver la moviola ni pensar mucho, tu opinión viene creada de serie.
Quienes viven de los extremos, en especial algunos políticos y muchas personas apasionadas de algún «-ismo», han captado esta realidad y la han convertido en oportunidad.
Aprovechan cualquier noticia para manipular y polarizar la opinión pública y, de este modo, alimentan el hambre de sus ya fanáticos seguidores y captan nuevos adeptos que, ante lo complejo de esa noticia, finalmente también se decantan por el mojito y tumbona y se alistan a uno de los dos extremos de turno. De este modo, siempre saben cuándo es penalti y cuando no.
Si a todo esto le añadimos un aliño de fake news, que vienen a ser algo así como la sombrillita del mojito, la parroquia no tendrá que pensar mucho y siempre se posicionará de tu bando.
El triunfo de los extremos nos rodea en cada tema de actualidad y, en especial, en la política.
En la primera vuelta de las elecciones francesas hemos visto como Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon sumaron, entre ambos, más del 45% de los votos. Tras la debacle de los partidos tradicionales galos, socialistas y republicanos, solo Emmanuel Macron ha sobrevivido ante la simplicidad y la facilidad de entender las propuestas de uno y otro extremo y, aunque finalmente ha resultado vencedor, Le Pen ha estado más cerca que nunca.
En España, Vox, que maneja el mojito como nadie con hierbabuena y lima de alta calidad, ya ha superado todos los techos de cristal que los expertos habían predicho y sigue comiendo camino al PP. Los populares se enfrentan al dilema de acercarse a ese polo tractor que es su aliado natural por la derecha, que no tanto aliado natural por sus ideas, o mantenerse en una posición más centrada, compleja de comunicar en estos tiempos de relax neuronal.
Por su parte, Podemos, tras tanto prometer mojito cubano a sus seguidores y servirles agua con gas de la fuente de Galapagar, necesita reinventarse y seguro nos sorprenderá en el futuro cercano con alguna nueva propuesta extrema para mantener a sus adeptos en el redil.
Los que apuestan por algún nacionalismo mantendrán sus fórmulas de siempre, ya que tienen unos fieles seguidores que no contemplan cambiar su bebida favorita, el mojito separatista es fácil de digerir y exige de poco esfuerzo mental.
Por último, a Sánchez le sigue yendo de maravilla siendo Sánchez, quizá porque su ego es un extremo en sí mismo que solo se preocupa por aplicar su Manual de Resistencia, haciendo lo que le place sin contar ni con el resto de fuerzas políticas ni con los suyos, no sea que alguno de estos hubiera acogido alguna vez un niño Saharaui y se le ocurra contradecirle.
Aunque el panorama es bastante desolador, querido lector, si su neurona ha llegado hasta aquí y algo se revuelve en ella, quizá aún tengamos alguna esperanza.
Por suerte, aún existe alguna neurona que se revela, lee artículos de opinión, reflexiona sobre ellos y también disfruta de la lectura de un buen libro, incluso en papel, deleitándose con su tacto y su olor, información extra para las conexiones cerebrales.
Aún quedan neuronas en los cerebros de nuestra especie dispuestas a debatir de manera empática, con una escucha activa que incluso hace que puedan llegar a cambiar sus conexiones dendríticas, o, dicho de otra forma, están abiertas a cambiar de opinión y llegar a nuevos niveles de pensamiento tras un debate, de los buenos, con otras neuronas.
Con ese comportamiento, contribuyen a la evolución de nuestra especie gracias a la observación, el análisis riguroso, el pensamiento crítico y la innovación intelectual.
Dicho de otro modo, y dejando los mojitos aparte, aún existen algunos humanos con cerebros y neuronas capaces de analizar la realidad sin dejarse manipular por los extremos polarizantes. Lo que siempre se ha venido a llamar, librepensadores.
¿Cómo acabar pues con la polarización?
Esto es función de cada persona, de cada uno de nosotros.
Para ello, primero, ante cualquier noticia o tema sobre el que crear una opinión tenemos que evitar pasarla por nuestra “etiquetadora mental”, ese acto reflejo que nos hace pensar “esto encaja en esta ideología o en esta otra” y simplifica el tema en cuestión.
Segundo, debemos intentar entender lo positivo y negativo de cada uno de los puntos de vista y, por último, crear nuestra propia opinión, libre e independiente, sin miedo a que no encaje en una etiqueta preestablecida.
También es muy recomendable el debatir el tema con amigos o conocidos, para escuchar otras visiones sobre la temática, de manera empática.
Por supuesto, los medios de comunicación también tienen un rol clave para frenar la polarización – muchos en la actualidad viven de alimentarla – ¿cómo? Dando voz a personas con diferentes puntos de vista para que el lector u oyente pueda ir creando su propia opinión.
Pero ojo, no caer en aquello de tener tertulianos gritones que solo combaten, no debaten, esto solo alimenta la polarización.
Los medios tendrán que esforzarse en invitar a tertulianos que también sean librepensadores capaces de escuchar, debatir de manera sana y llegar incluso a cambiar alguna de sus posturas.
Diego Isabel La Moneda
Ciudadano Presidente