Una opción para Ucrania de la que ni siquiera hemos oído hablar
Hace poco estuve en el Festival Mundial de la Felicidad y, conversando sobre Ucrania, alguien me preguntó:
¿Qué hubiera pasado si el pueblo ucraniano hubiera reaccionado de forma pacífica ante la invasión rusa?
La pregunta me impactó, no solo por abrirme la mente a esa posibilidad, sino, y en especial, porque me inquieto que ¡yo ni siquiera me había planteado esa opción!
Ante la locura de una persona como Vladimir Putin, alguien que ha venido cultivando el odio como alimento de vida y para quien la vida no tiene ningún valor, es difícil pensar cual es la mejor opción para detenerle.
El miedo a un conflicto nuclear, ha hecho que las únicas opciones que se han barajado por parte de los países occidentales, tanto la Unión Europea como por la OTAN, han sido las sanciones económicas y el envío de cierto armamento.
Esto deja a Ucrania en una posición de derrota militar segura. Rusia tardará más o menos, pero su ventaja armamentística hará que tarde o temprano conquisten Ucrania. En ese punto, se abrirá una fase de resistencia y guerra de guerrillas que hará que las muertes no cesen.
Y vuelvo a la pregunta, viendo las opciones sobre la mesa
¿y si el pueblo ucraniano, con su líder Volodímir Zelenski al frente hubiera, optado por la mayor manifestación pacífica de oposición no violenta de la historia de la humanidad?
Imagino a las gentes de Ucrania vestidas de blanco, sentadas en las calles frente a los tanques rusos. Imagino a niños regalando flores a los soldados rusos y diciéndoles «os queremos, pero esta no es tu casa, es la mía, vuelve con los tuyos y déjame vivir mi vida con los míos».
Quizá pienses que estas ideas son muy infantiles, que no servirían de nada, pero
¿sirve de algo lo que se está haciendo, más allá de servir para que miles de personas sigan muriendo, sigan siendo mutiladas por las bombas o tengan que emigrar?
Los mayores logros de la historia, aquellos que consiguen permanecer en el largo plazo, son los que salen de un corazón y tocan otro corazón.
Lo vimos con Mahatma Gandhi en su “Marcha de la sal”, en la que caminó hasta la playa para recoger sal, sabiendo que ese gesto pacífico le supondría la cárcel, pero sabiendo que ese sacrificio personal supondría un cambio en la vida de millones de personas.
También lo hizo Nelson Mandela en Sudáfrica y lo han hecho muchas personas anónimas a lo largo de la historia, como el hombre que se plantó contra los tanques en la plaza de Tiananmen.
No sabemos como acabará está guerra ni como hubiera acabado una invasión que solo hubiera encontrado una resistencia pacífica, con flores y amor como respuesta a las armas. Pero sí sabemos que la segunda opción hubiera evitado la pérdida de miles de vidas y hubiera quedado grabada como un gesto de amor para el resto de la historia de la humanidad.
Diego Isabel La Moneda
Ciudadano Presidente